7 nov 2016

Intercambio


Tú, que has nacido cerca del mar de invierno, revuelto y poderoso ante las tormentas, oscuro, capaz de tragarse hasta al más experimentado de los marineros; enséñame qué hacer cuando el oleaje me brota en el cráneo y me agita las piernas, cuando se extiende bajo mi piel y choca contra las piedras afiladas que intentan retenerlo. Dime cómo hago para que no me arrase por dentro, cómo puedo dejarlo salir sin que devaste también cada centímetro a mi alrededor. Dime cómo ser el viento que aleje la tormenta, la luna que meza las aguas, y el marinero que vuelve a puerto, calado y vivo hasta los huesos.
A cambio yo, que he nacido en el otoño de la ciudad, dice mi madre que durante un día extrañamente caluroso, pero otoñal al fin y al cabo, te prometo que sabré decirte qué hacer cuando las hojas se te desprendan y tirites ante las ráfagas de aire frío, los brazos ramas que se quedan desnudas y parecen pegaditas al tronco, temerosas. Te diré la manera de enfrentarte a la lluvia que resbale por las mejillas de tu corteza, cómo recuperar a los pájaros que se fueron del nido o rellenar el hueco de tu tronco, ahí, en tu pecho, de nuevo. Al final podrás abrir tus brotes a ese sol que siempre vuelve y sentir el calor que creías perdido.

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