24 ago 2013

Sentirla.

[ADVERTENCIA: esta entrada tiene contenido erótico suave, nada demasiado brusco, he tratado de hacerlo lo más literario y bonito posible. Bueno, que me enrollo. Si eres sensible a la literatura erótica, no leas esto. Sólo te harías daño a ti mismo y eso sería masoquista por tu parte.]

Por otra parte, si vas a leerla, recomiendo estas dos canciones, porque le dan el tono adecuado:


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Nos besamos hoy como cualquier otro día. Ella pierde sus manos en mi espalda, acariciándome con las yemas de sus dedos, y otras veces con sus cuidadas uñas, casi arañándome. Yo, por mi parte, agarro su cadera y me atrevo a sentir la cálida piel que se oculta tras la ropa, deslizando mis dedos por el interior de la camiseta.
Nos separamos un segundo en el que nos da tiempo a intercambiar una rápida mirada mientras cambiamos de posiciones y nuestras narices se rozan, para luego volver a unir nuestros labios. El mundo se torna negro al unir los párpados, pero puedo notarla a ella sentada sobre mí, puedo notar algunos de sus cabellos rozando mi piel, sus manos en mi espalda, mis dedos ascendiendo lentamente por los laterales de su torso.
Incapaz, entonces, de soportar más la tentación, agarro su camiseta por fuera, por abajo, y la levanto un tanto, mostrándole mis claras intenciones. Ella se separa de mí y levanta los brazos mientras me dedica una oscura mirada juguetona. Desnudo su torso, que desvela unos pequeños pechos ocultos tras un sujetador, una piel pálida y tibia que se eriza en cuanto poso las manos sobre ella, en su cintura, y la atraigo hacia mí para besar con suavidad la unión de su cuello con sus hombros, y luego atreverme con un mordisco que extrae un suave suspiro de su garganta.
No es la primera vez que la oigo suspiras así. Esto no es más que un paso del proceso de los últimos meses. Tampoco es la primera vez que está semidesnuda frente a mí. Ni la primera vez que nos dejamos llevar por la pasión; pero de todos modos, sigo sintiéndome nervioso, expectante y excitado. Sigue siendo sorprendente y extraño este nivel de intimidad.
Por eso acaricio su espalda desde las lumbares, hundiendo las yemas de los dedos, hasta el broche de su sujetador, el cual desabrocho en apenas un par de segundos. Ella se aleja un poco de mí y observo cómo uno de los tirantes se desliza por su hombro, cayendo, y cómo ella termina por desnudar su torso.
Me quito yo mi camiseta, para estar en igualdad de condiciones, y luego ella se acerca a mí, dejando que nuestras pieles se toquen. Puedo sentir su corazón acelerado latiendo casi al mismo tiempo que el mío, y la calidez de su cuerpo consigue, de algún modo, reconfortarme, tranquilizarme, hacerme sentir bien a su lado en estos últimos días de otoño.
Levanto la cabeza para descubrir sus ojos negros posados en los míos, al igual que su frente. Pone una mano en mi pecho y va bajándola hasta llegar al último resquicio de piel desnuda, donde la para. La oigo respirar, y veo que baja la mirada. Sé dónde está mirando, pero yo no puedo apartar mis ojos de ese rostro sonrojado, de esos orbes oscuros que captan toda mi atención, de esa boca entreabierta. Ladeo la cabeza, vuelvo a besarla al tiempo me inclino sobre ella, haciendo que acabe debajo de mí, tumbada, con el pelo esparcido por la almohada y parte de la cama. Me separo de sus labios y bajo a su barbilla, la cual beso, y luego más abajo, su clavícula, su esternón, su pecho izquierdo. Lo beso, también. Introduzco su zona más sensible en mi boca mientras ella gime, mientras su corazón late desbocado, mientras entrelaza sus dedos con los de mi mano derecha y aprieta mis nudillos.
Sus gemidos, sus suspiros, sus respiraciones; inundan la habitación y también mis oídos, al igual que mi sangre. Tardo unos minutos hasta que finalmente sigo descendiendo. Me doy un segundo para observar su rostro, para descubrir sus ojos nuevamente mirándome, atentos a cada uno de mis ahora atrevidos movimientos, porque ella sabe, al igual que yo, que voy a dar un paso más en todo esto. Y está nerviosa, casi tanto, o más, que yo.
Llego hasta debajo de su ombligo a simples besos y entonces desabrocho el botón de sus pantalones, los cuales deslizo después por sus piernas, al igual que su ropa interior. Esta vez sí. Es la primera vez que está completamente desnuda ante mí y yo, romántico hasta la médula, no soy capaz de pensar en otra cosa que en la belleza de su cuerpo. Me excita, obviamente, pero al mismo tiempo me maravilla. Los lunares repartidos aquí y allá, la piel lechosa, las manos temblorosas que se aferran a las sábanas, los proporcionales pechos, la cintura estrecha y el ensanche en la cadera, los firmes muslos, los pies pequeños. Y su rostro, su rostro sonrojado y expectante, sus labios entreabiertos. Su mirada atenta.
Tomo aire y me cuelo entre sus piernas, aún con los pantalones puestos, apoyándome primero en las palmas de las manos y luego en los antebrazos. Dejo mi rostro a escasos centímetros del suyo, dejando que mi pelo caiga alrededor de nosotros, cerrando el mundo a sólo nosotros dos. Ella esboza una tímida media sonrisa, y abre la boca para decir algo, pero poso un dedo un sus labios y niego con la cabeza.
No nos hacen falta palabras, no ahora.
Vuelvo a besarla, tratando de expresar todo el amor que siento hacia ella y, al mismo tiempo, toda la pasión, todas las ganas que tengo de unirme y entregarme a ella.
Me apoyo en sólo un brazo y bajo lentamente una mano por su cuerpo hasta llegar a su zona más íntima, donde busco el punto perfecto de su placer que provoca que su cuerpo se estremezca, que sus piernas me aprisionen, que los besos que me da se vuelvan torpes, y que su garganta se llene de incontenibles gemidos.
Observo con fascinación cómo su cuerpo recibe descargas de placer, y cómo ella muestra todo lo que siente sin ningún tipo de vergüenza, hasta que sus ojos se abren de plena sorpresa al notar cómo uno de mis dedos se desliza en su interior. Me mira y veo que quiere que siga, aunque también veo cierto temor. Igualmente, uno se convierte en dos, pero los muevo con suavidad. Ella, casi de inmediato, se aferra a mí, se encoge, y gime contra mi hombro. Según acelero va aumentando la cantidad de sus gemidos hasta que, de pronto, ella baja una mano y me agarra la muñeca. Paro de inmediato, temiendo haberla hecho daño, cuando siento contracciones contra mis dedos, y que sus piernas tiemblan.
Gime a intervalos, liberando todo el placer, y lentamente se suelta de mí y termina por volver a estar tumbada. Observo su frente un tanto brillante y el color rojo de sus mejillas. Me dedica una sonrisa y yo, entonces, dejo de invadirla.
Comienzo a desabrochar mi pantalón, dispuesto a quitármelo, cuando sus manos se posan en las mías. De nuevo una mirada juguetona en su rostro. Lo hace ella. Me lo quita ella, y no puedo evitar sentirme un tanto avergonzado cuando estoy completamente desnudo. Ella me mira a los ojos y yo tengo que desviar mi mirada. No sé qué le pareceré físicamente. A veces me llama guapo, pero yo no sé si creérmelo. No sé si le gustará lo que ve.
Me empuja el hombro y me obliga a tumbarme. Miro al techo, esperando que suba para besarme, pero no lo hace, y por eso me sorprendo al sentir la humedad de su lengua recorriendo mi sexo. Me incorporo levemente, a tiempo para ver el momento justo en el que lo introduce en su boca. Un gemido ahogado sale inmediatamente de mi garganta, siendo yo incapaz de retenerlo.
Siento que baja, lentamente, y vuelve a subir, absorbiendo. Siento la humedad de su lengua y de su boca en general, siento cada movimiento que hace, y tengo que tumbarme y llevarme las manos a la cara. Es tan placentero que apenas puedo contenerme. Tan placentero que no quiero que pare nunca, pero al mismo tiempo me provoca muchas ganas de hacerle yo cosas a ella. Tan placentero, pero a la vez agradable, que casi me dan ganas de quedarme dormido así. Sería una buena manera de dormirse.
Frunzo el ceño y mis labios quedan entreabiertos, al tiempo que trato de que mi mente no quede llena por el placer, si no que piense en otras cosas. Pero es complicado, realmente complicado, sobretodo cuando pasa de hacerlo suavemente a aumentar la velocidad.
Suspiro y trago saliva. Aparto los brazos de mi cara y miro al techo. Miraría hacia abajo, pero suficiente es tener su imagen en mi imaginación. El techo. La lámpara que cuelga. El placer. La velocidad. Mi cuerpo. Su cuerpo. Su rostro cuando disfruta. Sus gemidos. Miles de imágenes que asaltan mi mente, hasta que noto un último deslizamiento de sus labios.
Me pregunto cuántos minutos habrán pasado y hasta dónde llegaremos. Lo de hoy ya ha sido diferente, ya ha sido un paso. Desnudos, por primera vez, ambos. Tocamientos mucho más cercanos. Atreverse.
Entonces aparece ante mí, apoyando el peso de su cuerpo en una mano que va a parar a mi hombro. Noto la otra agarrando la base de mi virilidad y luego cómo se va sentando sobre ella, pero la freno. Alargo el brazo, abro un cajón de una cómoda cercana y saco protección, la cual me pongo mientras ella espera. Tiro la caja al suelo, para acelerar las cosas.
Me pregunto si está segura de esto, me pregunto incluso si yo estoy seguro, y abro la boca para expresarlo en voz alta, pero ella me posa un dedo en los labios tal y como yo hice antes.
No hacen falta palabras.
Dejo que actúe. Dejo que se vaya sentando sobre mí a la velocidad que ella quiera. Veo que sus ojos se cierran y que su boca se tuerce en una mueca de dolor. Me preocupo, temiendo que le duela demasiado, pero ella sigue adelante. Aguanta la respiración y lo que debe sentir hasta que, finalmente y tras unos instantes en los que disfruto de una nueva sensación hasta ahora desconocida, estamos completamente unidos.
Suelta el aire que había mantenido en sus pulmones y se recuesta sobre mí. Puedo sentir cada uno de sus movimientos, sus estrecheces, su humedad, su calor. Y no resisto el impulso de agarrar sus caderas y mover yo la mía hacia arriba, buscando más profundidad.
Me mira a los ojos, me sonríe y luego me besa. Apoya, entonces los antebrazos alrededor de mi cabeza, y echa la suya a un lado, cerca de mi hombro, mostrándome de nuevo el techo. Siento que sube la cadera con lentitud y frunzo el ceño ante la agradable sensación, y luego la baja, igual de lentamente. Cada movimiento es más placentero que el anterior y me obligo a que mi mente se llene de otras cosas para que esto no termine, porque no quiero que termine. No de momento.
Siento cada vez más placer según me acostumbro a las sensaciones, y según ella aumenta la velocidad y amplitud de los movimientos. Comienza a gemir y, de pronto, se alza frente a mí. Queda totalmente sentada encima de mí, mostrándome su cuerpo, y apoya apenas las yemas de los dedos en mi abdomen.
Comienza a mover su cadera y yo, casi como acto relejo, llevo las manos a sus pechos. Observo cómo se mueve, como su gesto cambia, cómo gime, su cuerpo. Observo todo lo que puedo al tiempo que yo también disfruto. Entonces, en medio de toda la pasión, en medio de todo lo que estamos haciendo, de la timidez, de la pérdida de lo que antes teníamos, de los nervios del momento, ella me mira sin dejar de moverse y me dice:
-Te quiero.
Agarro su cadera y hago que pare. Me yergo, agarrándola fuerte, primero sentándome y luego levantándola conmigo cuando yo me levanto, haciendo que nuestra unión no se rompa, hasta que quedo encima de ella, entre sus piernas.
-Y yo a ti - respondo, mirándola a los ojos.
Levanto una de sus piernas, hago que la apoye en mi hombro, y entonces comienzo a moverme por y para ella. Mi única motivación es proporcionarle placer hasta que llegue al clímax, como antes.
Y así lo hago. Me muevo para ella, me agoto para ella, hasta que consigo que su cuerpo vuelva a sentir el límite del placer. Hasta que su intimidad se estrecha una y mil veces provocándole descargas de placer, hasta que sus piernas tiemblan de nuevo.

Seguimos así, durante un buen rato, hasta que estando ella encima de mí no pude soportar más placer y llegué a mi tope. Ella me miró con curiosidad mientras mi cuerpo era recorrido por el mayor placer posible. Y luego, cuando terminé, la encontré sonriéndome con cariño. Me besó en la frente y luego se separó de mí.
Estábamos los dos empapados en sudor, así que nos duchamos, juntos. Nos besamos bajo el agua, reímos. Nos quisimos.
Ahora mismo ella duerme, o eso creo. Tiene la cabeza apoyada en mi pecho, y una pierna sobre las mías, al igual que un brazo sobre mi torso. Respira profundamente mientras yo acaricio su larga cabellera.
Siempre me habían dicho que la primera vez es la peor, que salía todo fatal, y seguramente tengan razón. Seguramente dentro de unos meses, cuando tengamos más experiencia en este campo, nos riamos de lo mal que lo hicimos hoy. 
Lo importante no es que haya sido la primera vez, si no que ha sido la primera de muchas, y que ha sido, especialmente, con ella. La chica de mis sueños, o incluso mejor que la de mis sueños. No quiero tener esto con ninguna otra.
Por supuesto, desearé a otras mujeres, a muchas otras; pero únicamente en mi cabeza. En la realidad sólo la querré a ella.
Si supiera lo unido que me sentí a ella cuando terminó mi clímax. Si supiera que sólo quería abrazarla y decirle que nunca, jamás, se alejara de mí. Si supiera lo especial que ha sido todo esto para mí, todas las cosas que pienso ahora mismo. Si supiera que he amado cada centímetro de su piel.
Si supiera, simplemente, cómo la quiero.
Pero lo sabe. Sé que lo sabe. Porque ella también se siente así.
Y por eso no se me borra la sonrisa de la cara hasta que caigo dormido a su lado.


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Ahora, el bombazo. Espero que nadie, ningún lector de Sangre sobre el pan, se lo tome como una ofensa, o como algo malo, o qué se yo. Igualmente, he dejado algunas pistas muy leves, pero os digo que estos en mi cabeza son Hunger y Plague. Ale, dicho. Que su relación está más desarrollada en mi mente y que hay algunas escenas que he imaginado entre ellos, pero que eran innecesarias para la novela y por tanto no las incluí. Esta una de ellas.
No me juzguéis, son mis personajes y hago lo que quiero con ellos xD
Además, qué leches, es un momento súper bonito. Lo sabéis. Sexual, sí, no vamos a negarlo (si lo negáramos seríamos estúpidos todos); pero bonito.
Por cierto, me diréis con respecto a la imagen: "Pero Plague tiene el pelo negro y no rubio y Hunger lo tiene largo..." y yo os diré: "Poneros vosotros a buscar una imagen bonita de una pareja abrazándose en una cama en la postura que describo que Hunger y Plague en la que ella sea morena de pelo largo y él de pelo largo". No es tan fácil (llevo, literalmente, media hora buscando una decente xD).
En fin, pues eso. Que se os quiere :3 
¡Y gracias a Pao D'Cid por comentar la anterior entrada! ^^

3 comentarios:

  1. ASGFHGJHGKHFKJGCJFSJSJHGJASSG SON HUNGER Y PLAGUE?!?! ¡Hostia, sabía que ser masoquista valdría la pena!(? LOL, okno, pero bueno... me encantó, es re lindo *w*
    -Pao

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    1. Pao, si realmente has sido masoquista sólo por leerlo, he de decirte que eres la mejor fan, la mejor lectora y la mejor lo-que-sea del mundo. Y punto xD
      Por otra parte, me alegro muchísimo de que te haya gustado :D Y de que no te parezca una pasada o lo que sea que se trate de Hunger y Plague xD Si es que, SI ES QUE, eres un amor :'D
      En fin, como siempre, muchísimas gracias por leer y comentar ^^ Eres genialosa :3
      ¡Un besazo!

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  2. Aish, señor... Es genialoso :)
    Y también maloso, si tu novio está a kilómetros de distancia xDDD
    Igualmente, me gusta mucho. Lo cierto es que no me he dado cuenta de que no habías puesto los nombres hasta que no lo has dicho, jajaja
    Un besuelooo :)

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