19 jun 2016

Las aventuras de Trashy Girl - Agnus Dei


Cuando Trashy Girl me contaba sus aventuras, o sus movidas, como ella las llamaba, yo no podía hacer mucho más que dejarme embaucar por ellas y el sonido de su voz, sus pequeños gestos cansados. En ocasiones dudaba si eran ciertas, pero llegó un momento que dejó de importarme. Simplemente las escuchaba y me dejaba llevar, imaginando a Trashy Girl metida en esas situaciones.
Una de las primeras que me contó le había pasado en el instituto, cuando tenía "catorce, quince, dieci-, no lo sé exactamente, la verdad". Se le escapaba el concepto de tiempo la mayoría de las veces, como si para ella no tuviera el más mínimo sentido.
Caminábamos por la calle aquella tarde. Era raro caminar por ella en horas que no fueran la madrugada, la noche o recién entrada la mañana. Pero aquella tarde salimos para merendar, quizás lo más inofensivo que hicimos durante el tiempo que ella estuvo a mi lado. Las calles de la ciudad se volvieron pasillos de instituto mientras contaba su historia, la gente convertida en adolescentes uniformados que reían y corrían y hablaban demasiado alto. Nosotros incluidos.
Llegamos a un patio amplio, de allí a unos baños separados por sexos, pero que daban pared con pared. Trashy Girl entró en uno de los cubículos y llevaba allí apenas un instante cuando oyó un golpe fuerte contra la pared, al otro lado. Se colocó la ropa, salió deprisa, se asomó al baño contiguo: cuatro chicos parecían acorralar a otro dentro de un cubículo. No podía verle, pero sí oía algún quejido y, ante todo, los comentarios de los otros.
No lo dudó un instante antes de entrar a paso rápido, y de la sorpresa, la dejaron mirar: un chaval más pequeño que ellos estaba tirado en el suelo, los puños apretados, en la mejilla derecha la marca de un puñetazo. Trashy Girl se acercó a él y le ayudó a levantarse. Fue entonces cuando la agarraron, tiraron de ella desde el cuello del polo hacia atrás. "¿De qué vas, imbécil?" "No te metas donde no te llaman" "Vete a fregar" "¿Qué coño miras?" "¿Es que eres tonta o qué te pasa?"
Mientras la acorralaban e insultaban, Trashy Girl no dejaba de mirar al chico del suelo entre los huecos que dejaban los otros. Él la miraba como si se tratara de un héroe y a la vez como si lo sintiera, y claro que lo sentía. Echó a correr y ella se lo perdonó, tomó su lugar: trató de irse para ser retenida, algo que sabía que ocurriría, igual que sabía cómo saldría de aquel baño. Cuando la primera mano agarró su hombro, no dudó en comenzar una batalla que perdería. La hicieron daño, desde luego, pero ella también. Golpeó con toda su fuerza, arañó, mordió y dejó magulladuras y heridas en aquellos chicos, en todos ellos. Si las sumabas todas, el resultado daba la cantidad que ella tenía.
Más tarde se encontró a sí misma, como alguna que otra vez, en el despacho del director. Mantenía la postura recta en la silla pese a que le dolía todo el cuerpo, con las rodillas juntas y la espalda pegada al respaldo. Con la cara hinchada, un ojo lloroso que apenas podía abrir, el pelo revuelto y un algodón en la nariz. Le explicó todo lo ocurrido y aquel director no pudo hacer más que suspirar y escribir cinco partes de expulsión. Trashy Girl se levantó con la misma agilidad de siempre pese al dolor, no quería que nadie se lamentara por ella, y caminó de la misma manera sabiendo la que le esperaba en casa. Pero había merecido la pena, según ella.
El director le preguntó por qué hacía esas cosas, por qué actuar así en lugar de avisar a algún profesor. Ella se limitó a decirle "Agnus Dei".
Ese tipo buscó el término en Internet al llegar a su casa, tal y como hice yo. Trashy Girl se duchaba mientras yo lo comprendía todo, y cuando salió del baño y se sentó en mi regazo no me importó que viera la búsqueda en la pantalla. Su pelo empapado goteaba en mi camiseta, una sensación que convirtió mi piel en olas de escalofríos, y mientras aquello ocurría y ella jugaba con sus piernas, le dije: "Creo en Dios, Madre Todopoderosa, creadora del cielo y la tierra".

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