12 sept 2015

[Sangra, amor 1] - Sesenta y nueve

No soy más que un hombre entre tantos esta noche, deslizando mi mirada por las curvas de las mujeres de este club, por su carne expuesta para nosotros y sus movimientos sensuales al ritmo de la música. Sus figuras se difuminan tras el humo de mi cigarrillo, al igual que los vítores cuando lo dejo salir de mis pulmones, el olor quemado en mi nariz.
Una de las chicas pasa por mi lado con una bandeja en la mano. Se toma la confianza de pasarme la mano por el hombro y guiñarme el ojo, coqueta como todas aquí. Seguiría siéndolo incluso si le echara el humo en la cara, pero sólo aquí. Fuera de estas paredes, de este ambiente cargado, de su trabajo, no dudaría en cruzarme la cara.
Me acerco a una de las plataformas con menos tíos alrededor. Sé que las más atractivas están en las otras, pero no me interesan sus cuerpos perfectos y las tiras de sus tangas llenas de billetes. Prefiero gastarme la pasta en una que no reciba tanta atención. Quizás es lo único parecido a la caridad que hago en mi vida.
La chica rubia que baila en estos momentos es una monada. A pesar de los tacones y la plataforma se
nota su escasa altura, y su escasa edad. No me sorprendería que hubiera cumplido los dieciocho el mes pasado. Se contonea con timidez, apenas nos mira a los ojos, y los agradecimientos que salen de sus labios son sinceros.
Aparto la mirada. Demasiado joven, demasiado inocente.
Por suerte, la siguiente no tarda en llegar. La melena ondulada, castaña, cae a su espalda y se mueve a cada paso. No es como las otras, lo sé en cuanto veo sus zapatos. Tacón corto, ancho, de un estilo algo escolar. No pretende hacerse la inocente, sin embargo. Sus piernas desnudas caminan con firmeza hasta la barra vertical. Sigo sus pasos dando una calada, descubro estrías en su cadera, un vientre plano, pechos grandes ocultos en un sujetador lleno de pinchos.
Cuando llego a su rostro, encuentro su mirada afilada ya fija en la mía. Pasa frente a mí sin agachar la cabeza, dedicándome una sonrisa, y cuando está al lado de la barra, le revuelve el pelo a uno de los que se han quedado a verla.
Su baile comienza con un contoneo de su cadera. Baja lentamente mientras la mueve en círculos, manteniendo los tobillos juntos, y asciende después arqueando la espalda. No tarda en pasar una pierna por la barra, manteniéndose en equilibrio sobre su derecha. Echa el torso hacia atrás, su larga melena casi rozando el suelo, los gemelos tensos, las costillas marcándose cuando respira, y luego se incorpora hacia el metal con ímpetu. Desde ese momento, apenas se separa de la barra. Gira sobre la misma, la escala, la desciende, se mantiene aferrada a ella y toma con las manos los billetes que le cedemos. Hacía tiempo que no veía a una tan buena, y por eso el cigarrillo se consume sin que le dé más caladas.
Cuando termina, respira cansada. Su pecho se hincha y unas perlas de sudor iluminan su frente. Da una vuelta coqueta antes de marcharse, dejando que los últimos billetes acaben en su sujetador, pero cuando pasa por mi lado, le pido un espectáculo privado.
-Claro, cariño – dice – Págalo en el bar.
Apenas diez minutos después, estoy esperando en una de las salas. Ella no tarda en aparecer, ahora con la respiración controlada y sin sudor en ninguna parte.
Me acomodo en el sofá mientras ella sube a la plataforma circular, también con barra, que hay en el centro de la habitación.
-Has estado impresionante antes – la halago con sinceridad.
-Gracias – contesta ella sonriendo, y pasa la pierna izquierda por la barra - ¿Quieres que lo repita?
-Quiero que me digas tu nombre artístico.
-Marte – responde en tono orgulloso, casi agresivo.
-¿El dios de la guerra? – pregunto. Ella asiente – No, desde luego Venus no va contigo.
-¿Acaso no soy lo suficientemente bella? -. Da una vuelta en la plataforma.
-Eres increíble – sonríe – Y distinta. Apuesto a que aquí hay muchas Venus pero ninguna otra Marte.
-¿Cuánto apuestas? – me pregunta agachándose, quedándose apoyada sobre las palmas de sus manos y sus rodillas.
-Di tú la cifra.
-Sesenta y nueve – contesta, haciéndome sonreír - ¿Qué quieres si ganas?
-Que vengas conmigo esta noche.
-No soy prostituta, amor – ladea la cabeza.
-Por eso puedo apostar. Si lo fueras, ya habría pagado por ti.
Se alza y apoya la espalda contra la barra, sin haber aceptado el trato, pero me pregunta con la mirada cuántas Venus hay en este club. Mi respuesta es al azar y totalmente errónea, así que dejo su dinero sobre el sofá, a mi lado. Ella lo coge agachándose sin flexionar las rodillas, ofreciéndome una vista estupenda de su escote, y lo guarda en su sujetador.
-Coqueteas conmigo porque es tu trabajo.
-O quizás me gustas, guapo.
-No me mientas. He estado en otras ocasiones en sitios así y ninguna, jamás, ha aceptado mis proposiciones indecentes – explico – Ahora hazme un favor y quítate el tanga.
-¿El tanga? – pregunta mientras lo baja por sus piernas, acariciando su piel morena – Normalmente quieren que me quite el sujetador.
-Me gustan más unas caderas desnudas – contesto mientras ella me lanza la prenda con el pie.
La tomo entre mis manos. Es suave y pequeña, todo lo contrario a Marte. No la he tocado, pero me da la sensación de que tenerla entre mis brazos sería como abrazar a una leona empapada en sangre tras haber cazado un antílope.
Levanto la vista. Se ha subido a la barra y me mira expectante, así que le hago un gesto con la cabeza que ella entiende. Mientras baila, esta vez más despacio pero con movimientos más sexys que sensuales, me da por pensar en todas las esculturas que conozco.
-¿Te gusta el arte? – pregunto mientras da una vuelta en la que abre las piernas en el aire.
-Depende de cuál – contesta, juntando las rodillas y subiéndolas, quedándose encogida en el aire, agarrada con sólo un brazo.
-Hay una escultura que me recuerda a ti – me mira con curiosidad – Es de una mujer abierta de piernas, de pie, desnuda. Su vagina se ve sin problemas.
Se ríe con algo parecido al desdén, baja de la barra. Se queda de pie a su lado, levanta la pierna izquierda, manteniéndola recta hasta que su pie está por encima de su cabeza. Entonces pasa el brazo alrededor del metal y se agarra el tobillo.
La tensión en sus músculos es tal que me levanto para observarlo mejor. Cada inspiración marca unos abdominales invisibles cuando está relajada, sus gemelos y muslos parecen capaces de propinar las patadas más fuertes.
-¿Así? – me pregunta. Su voz suena cansada.
-Exactamente así – contesto, dando una vuelta a su alrededor, memorizando cada detalle de su cuerpo – Aunque ella no lleva sujetador.
-Cariño, no puedo quitármelo y mantener la postura.
-No te lo quites – contesto – Estás perfecta así.
-Gracias, pero no puedo asegurarte que aguante mucho más. Mi elasticidad tiene un límite.
-Si aguantas un minuto, te doy otros sesenta y nueve. Si no, vienes conmigo esta noche.
-Ay, cielo… - dice, recuperando lentamente una postura normal – Si tanto quieres estar entre mis piernas, será mejor que lo intentes cuando no trabaje, y lo sabes.
-¿A qué hora terminas? – me contesta que a las tres – Te espero fuera de aquí hasta que salgas y entonces me dices.
-Hace un frío que pela fuera. ¿No prefieres quedarte conmigo y que te caliente?
-Caliéntame a partir de las tres -. Saco más dinero de mi bolsillo, otros sesenta y nueve – Has estado estupenda – digo, dejándolos en la plataforma, a sus pies.
-Gracias. Tú también.
Salgo de la sala privada. La música llena mis oídos mientras enciendo otro cigarrillo y deja de hacerlo cuando estoy fuera. El humo calienta mi cuerpo, aunque no tanto como lo hace mi imaginación. Ojalá venga conmigo esta noche. Hacía tiempo que no encontraba a una tan digna de mis esfuerzos y mi tiempo. Una tan especial, tan perfecta para morir entre mis brazos.

***
Bueno, esta es la primera parte de una historia corta que pretendo escribir. No sé cuándo subiré el próximo capítulo, aunque espero poder subir uno cada semana. 
Como podréis comprobar, va a tocar temas para +18 así que os arriesgáis a todo con esto xD Y yo también.
En fin, muchas gracias a todo el que lo lea. Espero no tardar mucho con el siguiente. También gracias de ante mano si comentáis, que a veces entre pitos y flautas se me olvida contestar (sí, lo sé, ya me vale).
Venga, ¡un abrazo!

PD: La escultura se titula "Swan" y es del artista J Young. 

2 comentarios:

  1. Juls, tienes una facilidad insultante para ponerme cachonda y no me extraña. Eres MAGNÍFICA escribiendo este tipo de escenas. Ay, señora mía, si en persona desborda la misma sensualidad que cuando escribe (y me temo que sí), me temo que en octubre vamos a tener problemas. Oh, sí.
    Dejando eso de lado, es un narración muy tuya. Muy cruda, muy real. Y la última frase h sido el golpe de gracia. Fantástico, en serio. Espero que sigas escribiendo porque promete.
    Un beso,
    C

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    Respuestas
    1. Si te he puesto cachonda con esto, con lo que queda por llegar no me lo quiero imaginar xD O quizás sí.
      Pero me alegra que sea así precisamente por lo que has dicho, que es una seña de que se me dan bien estas escenas, cosa que me enorgullece, no te voy a mentir.
      En persona soy tan terriblemente sensual que vas a tener que correr detrás de tus bragas... vale, bueno, quizás no tanto xDDDD
      La narración no podría ser de otra forma con estos personajes... y prepárate para los significados de la última frase :P
      Muchas gracias por comentar, estupenda, y por leer.
      ¡Un abrazo!

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