Yo sé de adolescentes con un ladrillo en la mano en lugar de una muñeca
y niñas que blanden su muñeca rubia como si fuera una espada
y mujeres que con un giro de muñeca te cruzan la cara.
y niñas que blanden su muñeca rubia como si fuera una espada
y mujeres que con un giro de muñeca te cruzan la cara.
He sabido de mi abuela y sus sacrificios y de cómo se desvivió por sus hijos
y de mi madre y sus hermanas que dejaron sus estudios atrás para trabajar
y alguien podría mirarme decir: "¡eso es bueno! ¡Hicieron cuanto quisieron!",
pero no saben, no entienden lo que yo: que trabajaron para sostener a una familia
y para que sus hermanos varones tuvieran lo que a ellas se les negó:
y de mi madre y sus hermanas que dejaron sus estudios atrás para trabajar
y alguien podría mirarme decir: "¡eso es bueno! ¡Hicieron cuanto quisieron!",
pero no saben, no entienden lo que yo: que trabajaron para sostener a una familia
y para que sus hermanos varones tuvieran lo que a ellas se les negó:
una carrera, un máster, un grado superior,
un mejor futuro, un mejor salario, un hogar mejor,
más respeto, menos preocupaciones,
y aún con esas se olvidan del cumpleaños de mi madre
año tras año se olvidan y el teléfono no suena
y de sus hermanas no sé
pero me temo que también.
un mejor futuro, un mejor salario, un hogar mejor,
más respeto, menos preocupaciones,
y aún con esas se olvidan del cumpleaños de mi madre
año tras año se olvidan y el teléfono no suena
y de sus hermanas no sé
pero me temo que también.
Si voy a mi estantería hay más hombres que mujeres, lo mismo que si voy a una librería.
En mis estudios - pagados por mi madre, que me ha criado sola - las mujeres escasean
no porque no hayan escrito: hay miles de poetisas, de pensadoras, de novelistas,
- humildemente me incluyo -
pero son proscritas y se las ha reescrito hacia el olvido,
En mis estudios - pagados por mi madre, que me ha criado sola - las mujeres escasean
no porque no hayan escrito: hay miles de poetisas, de pensadoras, de novelistas,
- humildemente me incluyo -
pero son proscritas y se las ha reescrito hacia el olvido,
porque recordarlas significa un esfuerzo que pocos están dispuestos a realizar
porque reconocerlas provoca malas caras, peores gestos y palabras:
porque reconocerlas provoca malas caras, peores gestos y palabras:
"¡Eh! Existieron, ¿lo sabíais? Escribieron, tuvieron voz, no se la quitemos",
pero arrugan su ceño ya de antes hundido ante tu mera presencia y dicen:
"¿Es que acaso hemos de fijarnos en el género?
¿Las mujeres escriben distinto en cuanto a estilo?
No discrimines positivamente aunque yo te discrimine ahora mismo
negativamente".
pero arrugan su ceño ya de antes hundido ante tu mera presencia y dicen:
"¿Es que acaso hemos de fijarnos en el género?
¿Las mujeres escriben distinto en cuanto a estilo?
No discrimines positivamente aunque yo te discrimine ahora mismo
negativamente".
Y así en un estudio tras otro, en miles de hogares, el conocimiento plagado
por una ausencia de lo femenino
no porque a nosotras no nos importe
no porque no sea nuestro campo
si no porque nos silencian, si hace falta, a escupitajos.
por una ausencia de lo femenino
no porque a nosotras no nos importe
no porque no sea nuestro campo
si no porque nos silencian, si hace falta, a escupitajos.
Pero resulta que también sé de esas muchachas que levantan la mano durante las clases
y comienzan la frase con un "perdón" innecesario
y se justifican mil veces mientras tienen a Minerva en la lengua y la garganta
como sus madres y abuelas, como sus tías y hermanas,
como cada una de sus amigas y todas las compañeras
que han pisado y pisarán la calle, las voces como las manos alzadas,
un grito común que desgarra las cuerdas vocales y en el que a ratos se siente la rabia,
que resuena y hace daño en el tímpano, como en otras ocasiones se siente la pena,
que atora la voz propia y trae lágrimas también de emoción, ¡de emoción!,
porque somos tantas - más que nunca me atrevería a decir - desde hace tantos siglos
y a la vez, faltan tantísimas
y comienzan la frase con un "perdón" innecesario
y se justifican mil veces mientras tienen a Minerva en la lengua y la garganta
como sus madres y abuelas, como sus tías y hermanas,
como cada una de sus amigas y todas las compañeras
que han pisado y pisarán la calle, las voces como las manos alzadas,
un grito común que desgarra las cuerdas vocales y en el que a ratos se siente la rabia,
que resuena y hace daño en el tímpano, como en otras ocasiones se siente la pena,
que atora la voz propia y trae lágrimas también de emoción, ¡de emoción!,
porque somos tantas - más que nunca me atrevería a decir - desde hace tantos siglos
y a la vez, faltan tantísimas
muertas
tiradas
asesinadas
violadas
olvidadas en un arcén
encerradas en sus casas
por vosotras gritamos y cantamos y se nos desborda esta sangre:
tiradas
asesinadas
violadas
olvidadas en un arcén
encerradas en sus casas
por vosotras gritamos y cantamos y se nos desborda esta sangre:
sale roja entre mis piernas, brota desde otras venas, se vuelve morada en vuestros pelos,
en vuestros pañuelos, en las fuentes: una mujer levanta a su hija hasta los hombros
y la niña observa la marea violeta que grita también por ella.
en vuestros pañuelos, en las fuentes: una mujer levanta a su hija hasta los hombros
y la niña observa la marea violeta que grita también por ella.
Cuando nazca la primera mujer que nunca se plantee su lugar por ser mujer
cuando no le haga falta pensarse dos veces la ropa con la que saldrá
cuando no vea las noticias temiendo que aumente la cifra de mujeres asesinadas
junto a la cifra de manadas;
cuando las calles sean tan nuestras como de otro
cuando no aguantemos sobre nuestros hombros el peso de un techo transparente
cuando el cuerpo que tenga esa mujer del futuro,
sea de la forma y el tono que sea,
no suponga vergüenza ni un objeto de discusión pública,
sino un bien privado, para ella y sólo para ella;
cuando todos los reclamos con los que perdemos la voz por decisión propia
para retomarla luego en miles de debates, discusiones y enseñanzas,
sean cosa de documentales, de relatos,
historias de abuelas que bajo su piel frágil fueron de diamante
y que guardan en los pliegues de sus arrugas la historia del mundo:
ese día, y no antes, habremos conseguido ser, al fin, del todo válidas,
del todo humanas,
del todo respetadas
ante todos lo que aún se atreven
a negarnos.
cuando no le haga falta pensarse dos veces la ropa con la que saldrá
cuando no vea las noticias temiendo que aumente la cifra de mujeres asesinadas
junto a la cifra de manadas;
cuando las calles sean tan nuestras como de otro
cuando no aguantemos sobre nuestros hombros el peso de un techo transparente
cuando el cuerpo que tenga esa mujer del futuro,
sea de la forma y el tono que sea,
no suponga vergüenza ni un objeto de discusión pública,
sino un bien privado, para ella y sólo para ella;
cuando todos los reclamos con los que perdemos la voz por decisión propia
para retomarla luego en miles de debates, discusiones y enseñanzas,
sean cosa de documentales, de relatos,
historias de abuelas que bajo su piel frágil fueron de diamante
y que guardan en los pliegues de sus arrugas la historia del mundo:
ese día, y no antes, habremos conseguido ser, al fin, del todo válidas,
del todo humanas,
del todo respetadas
ante todos lo que aún se atreven
a negarnos.